¿Son las brujas cosa del pasado?

Origen de las brujas

Explica la filóloga, profesora en la Universidad de Sevilla, Lola Pons, que el origen de la palabra “Bruja” es prerromano. En el Diccionario de autoridades, de 1726, le daban el significado de “pájaro nocturno, similar a la lechuza que vuela de noche y tiene el instinto de chupar a los niños que maman”; también de “mujer perversa que se emplea en hacer hechizos y otras maldades con pacto del demonio y se cree que vuela de noche”.

La RAE, dentro de las acepciones coloquiales sentencia que “bruja” es “mujer malvada” y “mujer de aspecto repulsivo”, adhiriéndose una vez más a los principios machistas que rigen nuestra rancia academia. Como señala J. Marcos1: “uno de los principales corsés que los hombres utilizan para dominar a las mujeres es la mirada, que se apoya sobre el aspecto exterior y acaba penetrando las entrañas del género, la clase y la raza, las tres dimensiones que tejen las corporalidades con madejas de poder. El modo en que la mujer singular aparece ante el etéreo panóptico de ‘lo macho’ determina la escala de valores que la rodea. Belleza y fealdad separadas por el abismo de la existencia. Porque únicamente lo bello merece ser vivido. Lo feo es abominable, repulsivo, repelente. Desechable”.

Originariamente, las brujas eran aquellas mujeres que poseían conocimientos empíricos sobre la naturaleza y que aplicaban dichos conocimientos a la curación, a la elaboración de preparaciones curativas o alimenticias en el seno de culturas matriarcales del neolítico europeo. A veces se asocian estas prácticas a rituales de celebración de los ciclos naturales, como podría ser el origen del Samhain.

Según datos arqueológicos y testimonios de historiadores y geógrafos griegos, estas sociedades matriarcales se organizaban según el sistema matrilineal y la mujer tenía un papel importante en la vida económica como cultivadora de plantas o como sacerdotisa en culto a diosas madres. El geógrafo e historiador romano Estrabón (S I a.C.) describía el modo de vida que caracterizaba a los pueblos cántabros y de otras regiones del norte de la península ibérica, resaltando que en ellos “la mujer gozaba de autoridad y significación económica pues trabajaba y era propietaria de la tierra”. Sin embargo, las posteriores invasiones de las religiones patriarcales modificaron esta posición de la mujer2.

Efectivamente, antes de las persecuciones inquisitoriales, las mujeres eran libres e independientes económicamente. Un ejemplo de ello era la labor, inicialmente desarrollada por mujeres, de elaboración de cerveza – bebida conocida desde hace más de 4000 años-, que constituía un modo de la vida. Así, en Sumeria las mujeres eran responsables de la elaboración de esta bebida, y elaboraban cerveza negra, blanca, roja, de trigo, cerveza madre y cerveza para rituales. En Egipto, la cerveza se consumía en todos los estratos sociales y además se exportaba. En la sociedad vikinga, las mujeres también producían cerveza. A la cerveza se le podían añadir distintas plantas para intensificar determinados efectos, lo cual asoció la cualidad de sacerdotisas a las mujeres cerveceras. En Europa, la cerveza siguió siendo elaborada por mujeres, las brewsters, en casas, tabernas, tiendas, con un estricto control de calidad. Las mujeres que salían al mercado a vender su cerveza, lo hacían ataviadas con un sombrero de pico alto para ser distinguidas desde lejos. También podían vender la cerveza desde casa, y para distinguir su hogar como establecimiento de venta de cerveza, colocaban a la entrada una escoba, símbolo de trabajo doméstico. Además, también podían colocar en la casa una estrella similar a la estrella de David, de 6 puntas – lúpulo, granos, malta, levadura, agua y la mujer cervecera-.

La iglesia católica terminó con el espacio que estas mujeres ocupaban en la sociedad: ¿Quién no conoce la imagen de un fraile elaborando cerveza en un monasterio? Como era previsible, la Iglesia asoció la estrella de seis puntas con el judaísmo, y, junto con la ola de antisemitismo del Siglo XV, elaboraron un discurso para demonizar a la mujer con escoba y sombrero, que preparaba pociones en la diabólica oscuridad de su casa. También fueron satanizadas por los católicos porque ellas tenían el control de la producción de plantas medicinales y de su aplicación. A raíz de estos cambios, la cerveza pasó a ser una industria dominada por hombres (y así, hasta nuestros días), producida en monasterios y consumida en reuniones masculinas, mientras la cacería de brujas llegaba a su máximo esplendor. Como se puede entrever, uno de los objetivos era evitar a la mujer independiente para que no se distrajera de su principal objetivo: la maternidad3.

Por lo tanto, las mujeres campesinas en la Edad Media no eran tan dependientes de sus compañeros varones ni estaban supeditadas a satisfacer sus necesidades, como ocurriría siglos después, sino que compartían solidariamente el sometimiento al señor feudal. La crianza y el trabajo doméstico no eran actividades sometidas a la voluntad del hombre, y eran aportaciones al mismo nivel que el trabajo agrario. Las actividades de ambos contribuían por igual al sustento familiar y podían realizar estas actividades en cooperación con otras mujeres y en solidaridad comunitaria.

El verdadero proceso de degradación de la condición femenina comienza con el nacimiento del capitalismo, y se ceba principalmente con las mujeres rurales y pobres4.

Alta Edad Media

Como hemos comentado, al inicio de la Alta Edad Media, las labores productivas y reproductivas de las mujeres campesinas estaban al mismo nivel que las de los hombres de su misma clase social, pero es en este periodo histórico cuando las prácticas mágicas culturales comienzan su decadencia al chocar con el cristianismo.

Inicialmente, por «brujería» se entendía una amplia variedad de acciones que se saliesen de lo ordinario, o que fuesen mirandum, digno de asombro. Variando según la sensibilidad del momento podía ser una catástrofe natural, una epidemia, o echar sangre de murciélago en los ojos mientras un médico recita liturgia cristiana. Resultaba lícito que un religioso predijese la muerte de nobles importantes. Había varias clases de brujos y personas implicadas en actividades mágicas: el hereje, que busca construir una sociedad distinta; el sabio, que desea penetrar en el misterio del mundo; la mujer, que quiere escapar mediante un sueño alucinado de una realidad poco envidiable, o que asume, por su condición femenina, el cuidado médico de sus familiares y vecinos; el sacerdote ambicioso, que ansía ascender rápidamente los escalones de la jerarquía eclesiástica; el campesino envidioso de la prosperidad de su vecino; las reinas o los altos dignatarios que quieren tirar de los hilos de una situación política compleja mediante encantamientos”5.

No estaban claros los límites entre milagro cristiano y brujería y, en general, la línea la establecieron los inquisidores. Las ideas sobre la magia procedían de fuentes de la cultura clásica mediterránea, de los pueblos germano y celta del norte de Europa; después, los cristianos tomaron prestadas de los judíos nociones sobre magia. A partir del s XII la literatura latina intentó propagar unas maravillas cristianas capaces de rivalizar con las mitologías celta, germánica y grecorromana. Los contactos entre Occidente y Oriente y la recepción de las obras filosóficas y científicas islámicas, provocaron una renovación de la filosofía occidental y también de la ciencia: las ciencias de la naturaleza volvieron a su origen recuperando ciertos valores “mágicos”, un retorno de la magia ligado a un clima intelectual que propicio la transferencia de la antigua ciencia y filosofía helenística a Europa a través de las traducciones del árabe al latín efectuadas sobre todo en Castilla. Toledo se convirtió a partir del S XIII en la ciudad preferida de la magia y más tarde fueron también célebres Nápoles y Praga. Pero en la primera mitad del S XIII, la antagonista mágica de Toledo era la Palermo de Federico II, que, gran aficionado a la filosofía y cultivador de las ciencias naturales, era tenido por alumnos, amigo y protector de nigromantes.

Los intelectuales de la Europa medieval distinguieron la magia natura – rama de la ciencia que se ocupaba de las virtudes ocultas o poderes ocultos de la naturaleza como gemas, astros, etc. y que era una rehabilitación de la magia en forma de magia natural o científica, como consecuencia de la ciencia grecoárabe – de la magia diabólica – no se distinguía de la religión sino que era una derivación de ella-. Esta rehabilitación de la magia que se produce en la cultura europea entre el doscientos y el cuatrocientos se percibe muy bien en la literatura. La palabra “magia” adquirió connotaciones positivas (“mágico”, “encantador”, “hechicero”), ejercía fascinación en el mundo cortesano y en la literatura de las cortes nobiliarias (Merlín) en las que los protagonistas son curados por medio de hierbas, pociones etc., y artefactos maravillosos (espadas mágicas como en Excalibur). Sin embargo, en esta magia blanca rehabilitada apenas participaban las mujeres, que fueron apartadas de los saberes institucionalizados y asociadas a la magia oculta, diabólica, que provocará después la “caza de brujas”.

La iglesia medieval permaneció fiel al ámbito delineado por San Agustín: la magia era falacia demoníaca, era perturbación de los sentidos provocado por el diablo, y en ella, reinaban las mujeres. Del siglo VI al siglo XII la Iglesia había condenado prácticamente todas esas prácticas paganas vinculadas a una ética distinta de la cristiana. Además, las creencias que desde la antigüedad asimilan mujer a naturaleza convierten a las mujeres en protagonistas de estas artes maléficas que no gustan a los paters de la iglesia: la magia amatoria y la curativa. Esos paters desconfiaban de la naturaleza y, por tanto, también de quienes creían más vinculadas a ella, las mujeres o hechiceras.

Al fin de la libertad de lo incontrolado contribuyó decisivamente el nacimiento de las universidades y la consiguiente institucionalización del saber médico, que, a partir del s XII, acabaría separando a las mujeres de la práctica de la medicina, estigmatizando sus conocimientos y preparando el camino hacia su identificación con la brujería. Surgen diversas creencias sobre el poder mágico de las mujeres como la posibilidad de cabalgar por las noches a lomos de demonios transformados en animales. En multitud de textos de la época – fines s XIV- abundan los testimonios sobre vuelos nocturnos de mujeres en seguimiento de una divinidad femenina (Diana, Abundia, Holda, etc., según el lugar). Después se añadió la creencia de que estas “brujas voladoras” pasaban por aldeas dañando a las criaturas inocentes (así lo afirmaba Fray Lópe Barrientos, catedrático de la Universidad de Salamanca en el S XV). Hoy sabemos que en estas tradicionales era importante el cornezuelo (hongo del centeno), que provoca importantes alucinaciones y tenía distintas propiedades medicinales y cuyo uso formaba parte de la cultura médica popular20.

La progresiva organización del poder y de la ideología eclesiales en un sistema cada vez más intolerante y riguroso hizo que la sociedad se mostrara cada vez más temerosa y menos dispuesta a tolerar la existencia de espacios incontrolados y de posturas inconformistas en el seno de la cristiandad, ya fueran herejes o mujeres. Cualquier intento de vivir fuera de lo establecido debía ser duramente reprimido; las mujeres “diferentes” serían tachadas de brujas, como Juana de Arco, a quien preguntaron en el transcurso del proceso que la llevó a la hoguera, si sabía algo sobre “las que andaban por el aire con las hadas”. El mago podía ser sabio pero la magia de las brujas se consideraba “descontrolada”, dominada por una pasión “encendida”, capaz de raptar niños, encerrarlos, etc, una mujer inclinada al mal sólo por ser mujer, por su sexualidad “insatisfecha” y por sus conocimientos hechiceros.

La bruja personifica el temor y el odio que se siente hacia las mujeres; la bruja es la representación del mal, no sólo por las artes vedadas que practica, sino porque trastoca el orden establecido por la sociedad patriarcal: la bruja es libre, no está sometida al varón, es sexualmente activa, viaja sola por la noche y no depende de los hombres. Claramente, debe ser perseguida, pues amenaza el orden social que ha de permanecer siempre: la familia. La filósofa Silvia Federicci afirma que la caza de brujas destruyó la fuerza social de las mujeres, disciplinó la sexualidad femenina y sometió el control del cuerpo de la mujer a los hombres y al estado como instrumento de reproducción social al servicio de la acumulación capitalista.

Baja Edad Media

Las dificultades de los siglos XIV y XV provocan el “reinado del diablo” y el comienzo de la caza de brujas. Dominó el miedo a la magia y se acusaba a quienes hacían uso de ella, aunque fuese con fines reconciliatorios.

El primer factor, o factor subyacente, es la evolución medieval de la idea de diablo; a partir de la baja edad media el temor al diablo y la evolución de la idea de Satán sustituyen a los viejos ritos y prácticas paganas y se instaura el diablo como encarnación del mal, como instrumento de Dios para corregir los malos hábitos de la humanidad, lo cual fue contribución de san Agustín de Hipona.

Desde los siglos SIV y XV los teólogos y demonólogos construyeron todo un tratado sobre Lucifer que contribuiría a aumentar la inseguridad, inestabilidad e incertidumbre de la época. Las sospechas que recayeron siempre sobre la cultura antigua y las ciencias transferidas a occidente por mediación bizantina, judía y musulmana, acabaron por confundir ciencia y magia, lo cual siempre generó alarma entre los intelectuales de la época, que intentaron separar la magia ceremonial de la ciencia, con lo que a finales del s XIII se abre paso la condena total de la magia como práctica demoníaca.

Sobre ese sustrato, Europa vivió una gran recesión por la mortal peste negra del s XIV, que incrementó la presión sobre la fertilidad de las mujeres para paliar la crisis de mano de obra. Se produjo un colapso demográfico sin precedentes que cambió por completo la vida social y europea. La epidemia transformo las mentalidades al existir un sentimiento de vulnerabilidad e inseguridad que llevó a canalizar el miedo a través de “chivos expiatorios”, que se manifestaron en primer lugar en lugares donde anteriormente se habían desarrollado políticas contra herejes, judíos, etc. En este momento la Iglesia ya había calificado los ritos paganos como diabólicos.

El terror y la inseguridad acabaron transformando la antigua tolerancia popular en persecución a las brujas. La retractación y el arrepentimiento no servían a las mujeres para librarse de la muerte, tal y como disponía el Malleus Maleficarum o Martillo de las Brujas: el Papa Inocencio VIII decretó la Bula papal en torno a las brujas a petición del inquisidor alemán Heinrich Kramer, para perseguir a todas aquellas mujeres que se apartaban de la norma que la Iglesia establecía para ellas. Kramer fue el autor del manual delitos de brujería, impreso en 1486 y que fue durante dos siglos el segundo best seller después de la Biblia6. Los inquisidores establecieron que el poder sanador de las mujeres ya no procedía de su conocimiento de la naturaleza sino de haber cometido actos sexuales con el diablo.

Pero el horror también se transportó al otro lado del Atlántico, al ritmo de colonización: Este proceso extendió la idea de la bruja por América. Como afirma Federicci, el concepto de brujería era ajeno a la cultura andina, la noción cristiana de “Demonio” era desconocida. La filósofa achaca la devaluación del valor de los conocimientos tradicionales femeninos a la colonización española7: “Al perseguir a las mujeres como brujas, los españoles señalaban tanto a las practicantes de la antigua religión como a las instigadoras de la revuelta anti-colonial, al mismo tiempo que intentaban redefinir las esferas de actividad en las que las mujeres indígenas podían participar».

El tercer factor es consecuencia de las transformaciones económicas operadas a partir de la etapa de recesión que desembocaron en la criminalización de la pobreza. Junto con trasfondo de sistema tardofeudal, patriarcal y católico que relegaba a las mujeres a una posición de mero instrumento reproductivo en el que la fuerza de trabajo femenina apenas posee valor de cambio, las mujeres pasaron a ser las pobres entre los pobres. La marginalidad y la pobreza fueron esencialmente femeninas, condicionesque favorecieron la asociación pobreza-marginalidad-bruja. El acoso por lo tanto no sólo se cebaba en las mujeres en edad fértil, sino también contra las mujeres ancianas, solteras y contra toda mujer no sometida a la tutela de un marido. Las brujas solían “ser mujeres mayores, de unos 50 años, solas o viudas o que no seguían un patrón familiar habitual, y pobres “ y, por tanto, mucho más vulnerables”8.

El último factor, ya esbozado, fue el nacimiento de la medicina como disciplina formal. Como está suficientemente documentado, las primeras sanadoras, médicos y científicas en la historia occidental fueron mujeres. Posteriormente, fueron consideradas brujas. Su conocimiento basado en el empirismo chocaba con la institucionalización de los saberes académicos a través de las nacientes universidades. En los nuevos templos del saber se distinguieron las “artes” y “prácticas” correctas de las que no lo eran, y por supuesto de las primeras quedaron excluidas las mujeres, recayendo al mismo tiempo la sospecha sobre todo conocimiento o práctica no oficial. Fueron excepcionales las parteras, comadronas o curadoras que no tuvieron que defenderse en algún momento de su vida, pues, además, la recient profesión masculinizada de médico se había inmiscuido en la fertilidad femenina con el fin de controlar la reproducción de las mujeres.

Renacimiento: La edad de oro de los procesos de brujería

En el Renacimiento la persecución a las brujas se intensificó todavía más. A ellas se les podía imputar cualquier delito, por absurdo que fuese (pérdida de cosechas, impotencia masculina, abortos, dolores físicos, etc), cualquier fenómeno para el que la sociedad no tenía explicación.

El señalamiento era una parte muy importante del proceso, porque conllevaba un fuerte control social e implicaba a toda la sociedad en la persecución de las mujeres libres, sirviendo al mismo tiempo como pauta moralizante, con mensaje aleccionador, para todas las demás9. Se estima que entre los siglos XVI y XVII perecieron ahorcadas o en las hogueras, acusadas de brujería, entre 50.000 y 100.000 personas, de las que un 85% eran mujeres. Se cebaron con las ancianas, solteras y jóvenes, es decir, las no sometidas a la tutela de un marido, y, por descontado, especialmente con aquellas mujeres que manifestaban actitudes orgullosas, independientes o rebeldes.

Pero no sólo mujeres (sexo femenino, biológicamente hablando) fueron condenadas por brujería, también lo era cualquier persona que no se correspondiese con los moldes establecidos. Tal fue el caso del conocido como Eleno de Cespedes, de origen afroandaluz nacido bajo la condición de esclavo en 1545, y acusado por la Santa Inquisición de hechicería. Eleno fue un hombre trans del S XVI, y el primero en obtener el permiso de la iglesia para casarse con una mujer, tras certificar -dos médicos, varones por supuesto-, que tenía genitales masculinos. Después, la iglesia se convenció de que en realidad tenía geniales femeninos y que fue Eleno el que con sus artes de brujería les habia hechizado para convencerles de que tenía genitales masculinos. Céspedes se tuvo que enfrentar a una sentencia con desnudo público incluido, 200 azotes y la imposición de llevar el sambenito (capirote y paseo público en burro). Fue inmortalizado por Cervantes como la Bruja Zenotia en Persiles y Segismunda, Historia Setentrional10. Eleno incurrió en todas las transgresiones posibles: vestir de mujer, ser de origen africano, bisexual, al parecer con hermafroditismo (sufrió un embarazo). Un descontrol que la Iglesia no podía aceptar.

Las brujas no son cosa del pasado

Si durante el periodo de la caza de las brujas a las mujeres se las consideraba salvajes, locas, lujuriosas e insaciables, a partir del siglo XVIII se las caracteriza como pasivas, castas, obedientes e íntegras, capaces de ejercer sobre sus maridos una influencia moral positiva. El intento es siempre el mismo: controlar a las mujeres.

Mientras vivamos en un mundo patriarcal, bruja será siempre toda mujer que escape del control masculino, porque eso será percibido como una amenaza social11. De todas, la principal amenaza social es que a la mujer se le instale en la cabeza la idea de no ser madre o de ser una madre no sometida. En Calibán y la Bruja, Federicci sostiene la tesis de que la caza de brujas fue un proceso fundante de la modernidad que buscó disciplinar a las mujeres para que aceptaran su nuevo lugar en la naciente sociedad capitalista. Ésta dejaba atrás la autonomía reproductiva de las comunidades rurales y se sumergía, bajo el signo de la violencia, en la proletarización de los campesinos, las relaciones mercantiles y la emergencia de un Estado y unas Iglesias que pondrían en primer plano el control de la población, la sexualidad y la procreación.

Consecuencia de ello, es la minusvaloración de la mujer en cualquier otro rol que no sea el maternal. Una vez monopolizado el conocimiento natural por los hombres, las científicas que han existido han sido borradas de la historia. En 1993, la historiadora de ciencia Margaret Rossiter denomínó la negación del reconocimiento a las científicas como “Efecto Matilda”, que define el fenómeno por el cual muchas grandes mujeres han visto invisibilizados su logros que han sido atribuidos a los hombres”12.

En la actualidad no es necesario remontarse muy atrás para encontrarse con estos hitos de brujería. Recientemente un político de la ultraderecha española utilizó la palabra «bruja» para referirse a una política de signo político contrario, como insulto a las mujeres que dan el paso de dedicarse a la política y hablar con voz propia en las instancias públicas13. En muchos países del mundo cientos de mujeres siguen siendo perseguidas por brujería. En África, más de 30.000 mujeres podrían haber sido mutiladas, torturadas y asesinadas desde los años 70. En Ghana hay campos de refugiados para brujas, en los que se refugian las mujeres que han sido expulsadas por su comunidad o que tenían miedo a ser asesinadas, muchas de las cuales son solteras o ancianas. Arabia Saudí, Afganistán de los Talibanes, etc, son los casos más extremos de la persecución a la mujer libre por parte de las culturas patriarcales.

Esta escena de "Zorba, el griego" nos traslada crudamente a una situación en la que una mujer es perseguida por un pueblo por "adúltera": https://ok.ru/video/1743565032088

La filósofa Silvia Federicci relaciona directamente estas persecuciones con las políticas estructurales neoliberales que comenzaron en los años 80: “la caza de brujas empieza en el mismo periodo que los ajustes estructurales, que son un proceso económico de cercamiento de recursos, de titulación individual de la tierra promovida por las instituciones internacionales, de destrucción del régimen comunitario y de empobrecimiento de las masas. En paralelo, se produce la llegada masiva de las sectas fundamentalistas cristianas, con su visión calvinista de la religión. Hablan del diablo, de la conspiración satánica, dicen que en la comunidad hay personas demoníacas. Y, además, esta persecución también está conectada a la destrucción de los sistemas de salud, causada por dichas políticas económicas de ajuste neoliberal, y que genera la reaparición de los cuidadores tradicionales, generalmente hombres, que acuden a la brujería para explicarlo todo: desde enfermedades como el sida hasta la mortalidad infantil. No hablan de malnutrición, de políticas de salud, o de cómo abordar las políticas forestales para que no se extienda la malaria. Todo es brujería….Por un lado, esa disminución de los recursos genera dinámicas de competencia entre las generaciones jóvenes, incluso de la misma familia. Por otro, se favorece la visión de que los mayores son seres inútiles en tanto en cuanto no generan recursos. Más aún en el caso de las mujeres mayores, que tampoco producen sexo ni procrean. Esas mujeres no sólo están en la primera línea de defensa de su comunidades frente a las economías extractivistas y la devastación medioambiental ―como Berta Cáceres― sino que son la última barricada ante el derrumbe de la comunidad.”

La necesaria rehabilitación de las brujas

Por si a alguien se le escapa, actualmente nos encontramos en el inicio de un cambio de paradigma, de modelo de producción y de consumo, iniciando la fase de declive del capitalismo y también la fase inicial de un colapso global. Vivimos los últimos coletazos de una rabia masculina que no encuentra su lugar y no acepta el fin de su mundo, porque para que exista el patriarcado y su violencia hacen falta grandes dosis de energía disponible y barata. Hemos llegado a este punto de degradación social y ambiental a lomos del patriarcado, el cual, a su vez, ha cabalgado a lomos del petróleo barato. Pero la disponibilidad energética que había cuando comenzó el capitalismo y el patriarcado es mucho menor que la que tenemos hoy en día14.

El mundo patriarcal se ha basado en la utilización de recursos lejanos, en la creación de competitividad mundial, de grandes mercados trasnacionales, de guerras como la actual de Rusia contra Ucrania15; en definitiva, de procesos de acumulación capitalista que necesitan grandes dosis de energía y un mundo sano que pueda absorber los impactos. Por desgracia tampoco hoy en día tenemos un planeta rebosante de salud y biodiversidad, el monocultivo de pensamiento neoliberal se ha reflejado en el monocultivo de plantas y animales que permitimos sobrevivir en nuestro entorno, menos diverso16, pues se estima que hemos perdido el 70% de la biodiversidad. En definitiva, el pensamiento único se refleja en la simplificación del entorno y en la pérdida los ricos y complejos equilibrios que nos sostienen.

La escasez de recursos mundial y el cambio climático son el límite infranqueable. La única manera de continuar es recuperar formas de hacer las cosas que hemos abandonado. Y nos referimos a las formas de hacer las cosas de la época en que las mujeres tenían poder en la sociedad – nadie dice “más poder” que los hombres – y reconocimiento: como creadoras, como sacerdotisas, etc. todos los roles que hemos visto que fueron usurpados por los hombres y malversados en formas de dominación sobre otros hombres, sobre las mujeres, sobre lo que se sale de los moldes, sobre lo salvaje y sobre la naturaleza. El patriarcado sabe que esto está ocurriendo pero no sabe cómo reaccionar mas que de forma violenta porque eso es lo que el patriarcado es: violencia. Hay que darse cuenta de que el patriarcado prefiere morir matando (como es habitual en los asesinatos por violencia de género, en los que después el asesino se suicida) antes que rehabilitarse. Si no somos conscientes de lo que ocurre podemos dejarnos llevar por la corriente mortal sin habernos enterado de lo que nos arrastraba.

Los saberes y procederes de las brujas son necesarios. Durante la pandemia covid vivimos situaciones insostenibles en muchos hospitales del mundo, hospitales maltrechos por la sanidad rapiñada por políticas estrcutrauesl capitalistas. En México sucedió que las parteras atendieron a un gran número de enfermos a los que los escasos recursos púbicos no llegaban, sin que se produjera ninguna muerte materna17. Para más abundamiento, una de las tesis más contrastadas sobre el origen de la pandemia es en el incorrecto manejo de los animales estabulados de manera intensiva, como consecuencia de la lógica de acumulación capitalista, sistema que, recordemos, no es otra cosa que el sistema económico del sistema social patriarcal. Dicha estabulación intensiva favorece la propagación de plagas que en sistemas extensivos y diversos suelen ser combatidas por el propio equilibrio de los ecosistemas diversos. Si existe diversidad en el planeta de forma natural, es por algo.

Hay que darse cuenta de que el patriarcado prefiere morir matando (como es habitual en los asesinatos por violencia de género, en los que después el asesino se suicida) antes que rehabilitarse. Si no somos conscientes de lo que ocurre podemos dejarnos llevar por la corriente mortal sin habernos enterado de lo que nos arrastraba.

Si, como explica Federicci, la persecución se inicia con el agotamiento de los recursos y la explotación de nuestro entorno, la bruja representa la salida al colapso global: “Son millones en todo el planeta. La mujer mayor siempre ha sido un sujeto sospechoso, porque ya conoce las cosas, lo conoce todo sobre la comunidad. Es un personaje incómodo que no se va a someter tan fácilmente. Es la que defiende la concepción del mundo que dice que la vaca no se vende, porque la vaca es la seguridad para el futuro. Y que dice que tampoco se cortan los árboles. Conoce a la vaca y al árbol por su nombre. El resto, los jóvenes sobre todo, preferirán vender la vaca y cortar el árbol porque ven en la economía monetaria el puente hacia la prosperidad. Ella no. Recientemente encontré una canción africana en la que unas personas mayores cuentan que tienen miedo de que sus hijos los vayan a matar porque no quieren vender las vacas. La vaca: ahí está el choque entre las dos visiones de ver el mundo (…). Este siglo de encuentro con los límites de la biosfera será también el de la maduración humana; un alumbramiento que se anuncia largo, doloroso, con atascos y aparentes retrocesos, igual que un parto. Entre las costuras de la realidad que se desgarra, bajo la constante presión del miedo y la incertidumbre, es posible, sin embargo, vislumbrar lo nuevo: una manera compasiva de relacionarse con el mundo y los seres que lo pueblan. El regreso de las brujas es una invitación a superar el pensamiento disyuntivo y a recuperar la potencialidad de la mente salvaje. Librarse de seculares prejuicios condescendientes y comprender lo femenino en toda su complejidad puede ayudar a crear nuevos imaginarios para adentrarnos colectivamente en un inédito paisaje de alteridad, generación y resiliencia. Tal vez sea una buena manera de protegerse de tantos relatos catástrofistas que sólo conducen al abandono anticipado de cualquier forma de resistencia. Todavía nos queda la dignidad del presente.”18

Ahora ya sabemos que las brujas son en realidad mujeres que resisten, que pelean en su día a día, que migra, que transita los géneros, que reivindica el espacio público, las relaciones en libertad, la diversión y la sexualidad diversa19. Hoy no las veremos, necesariamente, con vestido, pelo largo, ni mucho menos con sombrero de pico y una escoba, sino con el pelo rapado, melena, falda o pantalón, y volando con un móvil, porque mientras exista patriarcado existirán las brujas y por ello el presente está lleno de ellas. Como apelativo despectivo patriarcal, la bruja es, y siempre será, aquella mujer incómoda. Hoy, la mujer incómoda es la que no se conforma con el chiste machista en el trabajo, la que no acepta la palmadita condescendiente en la espalda, la que decide tomar las riendas de su vida, la que no se puede definir, la contradictoria, la que no encaja en los moldes, la que saca a la luz la doble vida que se nos impone a todas las mujeres, la que va sin depilar, habla de la menstruación, genera su propio discurso, mantiene a raya las dinámicas patriarcales de su entorno y apoya a otras mujeres, aunque esas otras mujeres no la apoyen a ella (zorba el griego). Hoy sabemos que mientras haya patriarcado, habrá brujas, y que ellas en realidad son una pista del camino a segur en este momento de encrucijada.

porque mientras exista patriarcado existirán las brujas y por ello el presente está lleno de ellas. Como apelativo despectivo patriarcal, la bruja es, y siempre será, aquella mujer incómoda.

Índice de referencias

  1. J. Marcos, Por qué somos feas, Píkara Magazine. https://www.pikaramagazine.com/2021/06/por-que-somos-feas/
  2. Alba E. Nivas, El regreso de las brujas, Píkara Magazine. https://ctxt.es/es/20200203/Culturas/31013/brujas-edad-media-silvia-federici-alba-e-nivas.htm
  3. La cerveza existe gracias a las mujeres, Conponchera. https://conponchera.cl/la-cerveza-existe-gracias-a-las-mujeres/
  4. Alba E. Nivas, El regreso de las brujas, Píkara Magazine. https://ctxt.es/es/20200203/Culturas/31013/brujas-edad-media-silvia-federici-alba-e-nivas.htm
  5. La primera caza de Brujas, Historia Hoy, número 1.
  6. Concebido por los alemanes Kramer y Sprenger como manual para ayudar a los inquisidores a perseguir y condenar a “las brujas”. En él se defiende que “las brujas” son seres profundamente maléficos que mantienen estrechos lazos con el diablo. Su publicación se considera el inicio de la caza de brujas en Europa.
  7. https://www.notaantropologica.com/este-es-un-fragmento-de-su-libro-titulado-caliban-y-la-bruja-2004-en-esta-parte-federici-investiga-las-continuidades-entre-la-caza-de-brujas-europea-y-el-dominio-de-las-poblaciones-del-nuevo-m/
  8. Begoña Gómez Urzaiz, Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas, El País. https://smoda.elpais.com/feminismo/bruja-la-historia-de-un-insulto-misogino-que-se-arroja-a-las-mujeres-incomodas/
  9. Begoña Gómez Urzaiz, Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas, El País. https://smoda.elpais.com/feminismo/bruja-la-historia-de-un-insulto-misogino-que-se-arroja-a-las-mujeres-incomodas/
  10. Feminismo Andaluz, El universo disidente de Eleno de Céspedes, Píkara Magazine. https://www.pikaramagazine.com/2020/06/el-universo-disidente-de-eleno-de-cespedes/
  11. Mona Cholet, Brujas.
  12. Abril Palomino, De brujas a científicas, por qué las mujeres han sido menospreciadas en la historia, Cultura Colectiva. https://culturacolectiva.com/historia/efecto-matilda-por-que-las-mujeres-han-sido-menospreciadas-en-la-ciencia/ El «efecto Matilda» sigue vigente: unos de los últimos casos ha sido el de la primera fotografía de un agujero negro, hace pocos años. Hubo auténticos esfuerzos para atribuir la autoría de la foto a cualquier hombre menos a Katie Bouman: https://cienciamorada.blogspot.com/2019/04/la-mujer-que-fotografio-un-agujero-negro.html
  13. Xosé Hermida, Javier Casqueiro, Un diputado de Vox provoca un altercado en el Congreso tras llamar “bruja” a una del PSOE, El País. https://elpais.com/espana/2021-09-21/un-diputado-de-vox-se-niega-a-acatar-la-orden-de-abandonar-el-congreso-tras-insultar-a-una-diputada.html
  14. J. Marcos, Decrecimiento (energético) o colapso vital, Píkara Magazine. https://www.pikaramagazine.com/2022/02/decrecimiento-energetico-o-colapso-vital/
  15. Sarah Babiker, Mucho macho, El Salto Diario. https://www.elsaltodiario.com/guerra-en-ucrania/mucho-macho-putin-Zelenski
  16. Pérdida de biodiversidad, wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%A9rdida_de_biodiversidad
  17. De “brujas” a sanadoras, las parteras que atendieron a miles de mujeres en pandemia, Pie de Página. https://piedepagina.mx/de-brujas-a-sanadoras-las-parteras-que-atendieron-a-miles-de-mujeres-en-pandemia/
  18. Alba E. Nivas, El regreso de las brujas, Píkara Magazine. https://ctxt.es/es/20200203/Culturas/31013/brujas-edad-media-silvia-federici-alba-e-nivas.htm
  19. Volvemos a ser brujas. Violencia contra las mujeres en el capitalismo ecocida, El Salto Diario. https://www.elsaltodiario.com/saltamontes/volvemos-a-ser-brujas-violencia-contra-las-mujeres-en-el-capitalismo-ecocida
  20. Explicaba Julio Caro Baroja, en «Las brujas y su mundo», que las brujas medievales elaboraban alucinógenos que se aborbían a través de la piel, a menudo a través de la piel de la entrepierna femenina, para lo que extendían la pomada alucinógena en el palo de una escoba y «cabalgaban» sobre ella. No sé cuanto hay de cierto en esa historia, pero explicaría el mito del vuelo sobre escobas.



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